viernes, febrero 09, 2007

II

-Sufrí con ella tanto que muchas veces estuve al borde del suicidio.


[...]


-Me fascinaba -agregó Martín- como un abismo tenebroso, y si me desesperaba era precisamente porque la quería y la necesitaba. ¿Cómo ha de desesperarnos algo que nos resulta indiferente?






Quedó largo rato pensativo y luego volvió a su obsesión: se empecinaba en recordar (en tratar de recordar) los momentos con ella, como los enamorados releen la vieja carta de amor que guardan en el bolsillo, cuando ya está alejado para siempre el ser que la escribió; y, también como en la carta, los recuerdos se iban agrietando y envejeciendo, se perdían frases enteras en los dobleces del alma, la tinta iba desvaneciéndose y, con ella, hermosas y mágicas palabras que creaban el sortilegio. Y entonces era neceesario esforzar la memoria como quien esfuerza la vista y la acerca al resquebrajado y amarillento papel...









[De *El Dragón y la Princesa* - Ernesto Sábato]

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